viernes, 1 de mayo de 2009

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En la fecha del "Día del Trabajo" nos corresponde efectuar un juicio sincero y objetivo. Ello en circunstancias en que el mundo laboral sufre las más duras consecuencias, a raíz de la crisis económica y financiera ocasionada por los grupos de poder.
El análisis resulta preocupante, pero al mismo tiempo, no está animado por un espíritu derrotista. Al contrario está lleno de esperanza, en tanto tenemos fe en el destino de la persona humana.
Un tanto dejando al margen la frialdad de cifras y estadísticas, el “Día del Trabajo” nos encuentra ante una realidad conformada por una multitud de hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, es decir personas humanas concretas e irrepetibles, que sufren en atropello intolerable de la miseria.
Lo hemos dicho y ahora lo repetimos. Son millones los que han perdido el deseo de vivir debido a que la situación social se ha agravado, a tal punto que llega a los extremos de total indigencia y necesidad. Está, por eso mismo, en la cumbre de la reflexión, del debate y de la acción, la pobreza extrema junto con el marginamiento social que sufren en estos momentos la mayoría de los trabajadores.
La pérdida del empleo, el debilitamiento de la fuerza gremial, la miopía de los gobiernos de turno, la insensibilidad del poder económico, nos hacen ver que estamos frente a un mal desarrollo, a un desarrollo perverso que hace a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.
Nuestro análisis pretende ser equilibrado y trata de evitar que se oriente por las circunstancias coyunturales. En consecuencia no se puede negar que esta situación de pobreza y marginación social, nos otra cosa que la resultante del agravamiento de la deuda interna, la misma que viene desde muy lejos en nuestra historia política, por la persistencia de mantener estructuras, decisiones y culturas de atropello y de injusticia social.
Quienes como trabajadores estamos inmersos en el campo de la comunicación social sabemos muy bien ello. Más aún cuando en estos momentos por los avances exagerados de la especulación financiera, de la corrupción, de la demagogia, utilizada deliberadamente como armas de poder para continuar con la explotación aún más a las gentes excluidas y marginadas.
Pero hay necesidad de levantarse con dignidad frente al absoluto menosprecio por el trabajo humano. Al hacerlo tenemos que ponernos de pie para hacer uso del poder de la palabra, de la fuerza espiritual y de la inteligencia. Solo los trabajadores que saben organizarse encuentran respuestas positivas para poner atajo a las oligarquías plutocráticas, monetarizadas, mafiosas que no hacen otra cosa que aplicar programas de ajuste dentro de una estrategia puramente economicista y materialista.
En este “Día del Trabajo”, debemos expresar, que corresponde a los propios trabajadores interesarnos más a fondo por los problemas humanos y sociales. Esa es la tarea por cumplir con mayor eficacia, recordando siempre con estímulo pensante que cuando las decisiones sociales han sido dejadas al mercado, de ello no ha resultado otra cosa que la degradación de la vida humana y del trabajo humano. Apostamos por los cambios que trae la ciencia y la tecnología, pero insistimos en que los mismos deben estar al servicio de todos los seres humanos y nos simplemente del mercado que manipula una minoría privilegiada y pudiente.

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